un trozo de calle que han expuesto en un museo,
un mausoleo, yo bebo de mi fraseo
que me engancha como el sexo y me mata como el boxeo.
He enterrado el miedo en un orfeo,
preso del exceso de los versos a morfeo.
Mi único trofeo son el boli y el papel
y el deseo tatuado en mi piel
porque la vida es un burdel con olores a jazmín en el pasillo.
Sabes ser princesa cuando tiene algún castillo,
sabes ser la puta que apaga su cigarrillo,
entre el honor y entre los sueños de este pobre lazarillo,
que intenta guiar a este pobre ciego que es el mundo,
pero se ahoga en los mares de lo profundo.
El vagabundo del faro de Alejandría,
que sangra gotas de amor y que llora melancolía.
Cuando la inspiración danza loca,
cuando habla mi mirada y llora mi boca.